
Cuando una de ellas nos alcanza de lleno la lógica y la razón dejan de imperar en nuestras vidas y hay que dejar que el río bravo de primavera vuelva al remanso caudal del verano para poder cruzarlo sin peligro de acabar ahogados por la corriente.
Aún no superada la estocada, el río esta más calmado y la otra orilla más cercana, resonando los ecos de la razón que nos lleva a comprender que es cierto que no hay mal que cien años dure.
En memoria de Celestina, no sufras donde estés, pronto el río nos dejará bañarnos entre sus aguas.